El
agua dulce es uno de los recursos estratégicos de este siglo, tanto en
la escala local como en la global. Su profusa presencia en todo el
planeta contrasta con su desigual distribución, y el hecho de ser un
elemento esencial para la vida hace que, en la actualidad, sea el centro
de muchos conflictos. Un amplio rango de crisis ecológicas y humanas
que enfrenta el mundo está relacionado con el manejo inapropiado de
este líquido y de los ecosistemas que lo producen. La disponibilidad de
agua, junto con la degradación del suelo y la pérdida de la
biodiversidad, son considerados los principales problemas que amenazan
los recursos naturales y la preservación y el buen funcionamiento de los
sistemas que soportan la vida.
Paradójicamente,
con frecuencia las sociedades humanas operan con ingenuidad, como si
tuvieran ilimitadas posibilidades para alterar los recursos
hidrológicos, así como el paisaje, sin degradar su capacidad para
satisfacer sus necesidades. Olvidan que el agua existente en la Tierra
es finita, vulnerable y no tiene sustituto. De continuar la actual
tendencia de las actividades humanas, la disponibilidad de agua, una
historia que quisiéramos que nunca termine, seguramente no desembocará
en que el agua se habrá consumido, pero estará tan contaminada que se
volverá prácticamente inútil.
En México, se ha señalado que la disponibilidad de agua es uno de los problemas más serios que se deberá enfrentar durante las próximas dos décadas. Nuestro país se ha desarrollado de manera inversa en relación con la disponibilidad de agua, 76% de la población vive donde se localiza tan sólo 20% del agua dulce disponible. Como resultado, la sobreexplotación de los acuíferos, las costosas transferencias de una cuenca a otra para satisfacer las crecientes demandas y los conflictos entre usuarios en competencia se han incrementado durante los últimos veinte años. Estos factores, junto con la contaminación y el desperdicio por falta de una cultura para la conservación del agua, combinados han incrementado la presión sobre los ecosistemas acuáticos y los sistemas de suministro, con los consecuentes impactos sociales, económicos, políticos y ambientales.
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